“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón… y ama a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27)
En este pasaje Jesús habla de las dos cosas más importantes de la vida: amar a Dios y a nuestro prójimo. Y lo que sigue a esta declaración, son dos historias que muestran cómo nuestras agendas pueden obstaculizar esas dos prioridades. Son la parábola del buen samaritano y la historia de Jesús en la casa de Marta. Nuestra hipótesis es que Lucas puso estas historias juntas a propósito, ya que hablan básicamente de lo mismo: de una agenda que dejó de ser un instrumento para convertirse en un obstáculo.
Parábola del buen samaritano
Jesús respondió con una historia:
—Un hombre judío bajaba de Jerusalén a Jericó y fue atacado por ladrones. Le quitaron la ropa, le pegaron y lo dejaron medio muerto al costado del camino.
»Un sacerdote pasó por allí de casualidad, pero cuando vio al hombre en el suelo, cruzó al otro lado del camino y siguió de largo. Un ayudante del templo pasó y lo vio allí tirado, pero también siguió de largo por el otro lado.
»Entonces pasó un samaritano despreciado y, cuando vio al hombre, sintió compasión por él. Se le acercó y le alivió las heridas con vino y aceite de oliva, y se las vendó. Luego subió al hombre en su propio burro y lo llevó hasta un alojamiento, donde cuidó de él. Al día siguiente, le dio dos monedas de plata al encargado de la posada y le dijo: “Cuida de este hombre. Si los gastos superan esta cantidad, te pagaré la diferencia la próxima vez que pase por aquí”.
»Ahora bien, ¿cuál de los tres te parece que fue el prójimo del hombre atacado por los bandidos?—preguntó Jesús.
El hombre contestó:
—El que mostró compasión.
Entonces Jesús le dijo:
—Así es, ahora ve y haz lo mismo.
Jesús visita a Marta y a María
Durante el viaje a Jerusalén, Jesús y sus discípulos llegaron a cierta aldea donde una mujer llamada Marta los recibió en su casa. Su hermana María se sentó a los pies del Señor a escuchar sus enseñanzas, pero Marta estaba distraída con los preparativos para la gran cena. Entonces se acercó a Jesús y le dijo:
—Maestro, ¿no te parece injusto que mi hermana esté aquí sentada mientras yo hago todo el trabajo? Dile que venga a ayudarme.
El Señor le dijo:
—Mi apreciada Marta, ¡estás preocupada y tan inquieta con todos los detalles! Hay una sola cosa por la que vale la pena preocuparse. María la ha descubierto, y nadie se la quitará.
En la primera historia vemos como nuestra agenda puede obstaculizar nuestro amor al prójimo. Solemos pensar que lo que les impidió al Sacerdote y al Levita ayudar al hombre herido fue su insensibilidad. Y si bien seguro que hubo algo de eso, creemos que lo que les impidió ayudarlo en realidad fueron sus agendas. ¡Sencillamente tenían muchas cosas para hacer! Ellos vieron en ese herido una distracción en su camino.
En la segunda historia vemos como nuestra agenda puede obstaculizar nuestro amor a Dios. Marta tenía un itinerario de quehaceres domésticos bien definido. Y Jesús estaba en la casa, pero “ella se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer” . Y Jesús le dice “estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero sólo una es necesaria”.
A veces les preguntamos a los matrimonios: “¿por qué no toman un café tranquilos?, hace mucho que no los vemos por la iglesia, ¿por qué no asisten?, ¿hace cuánto que no invitan unos buenos amigos a su casa?”. Por lo general la respuesta es la misma: ¡tenemos muchas cosas para hacer!. Es allí donde aparece Jesús, reenfocándonos en lo importante de la vida: amar a Dios y amar al prójimo, empezando por el más “próximo” que es nuestro cónyuge.
Aplicación:
- Tómense un tiempo para evaluar cuáles son sus verdaderas prioridades, y si su agenda es un instrumento o un obstáculo para lo importante.