¿Qué talle? ¿S, M, L, XL o XXXL?

Escrito el 23/12/2022
Mirtha Ferrari


Ésta es la disyuntiva a la que nos enfrentamos los que tenemos oportunidad de comprar alguna prenda. Y si encima tenés un detalle a considerar, como por ejemplo la altura, o algún que otro kilo de más, ahí sí que se complica, porque los talles por ejemplo S, no son iguales en todos los negocios. Y ni hablar los que son un poco gorditos, porque te decís "el XL me tiene que entrar", pero al probarlo, no te pasa ni por la cabeza.

En Argentina hay una ley de talles, pero parece que no está reglamentada, por lo que cada fabricante hace las medidas que cree conveniente.

Esta introducción, lejos de ser una nota para quejarme, es para comentar algo de Palabra de Dios que me impactó esta mañana.

En Lucas capítulo 8, vemos a Jesús con misericordia XXXL. Es decir, inmensa, enorme, tremenda y si la hubieran tenido que comprar, CARÍSIMA.

Primero, libera a un muchacho de los demonios que lo atormentaron toda su vida. Después sana a una mujer de una hemorragia de tanto tiempo, que no sólo le había desangrado el cuerpo, sino también los bolsillos, porque gastó todo su dinero en médicos que no pudieron curarla. Y para ponerle la frutillita a la torta, va a la casa de un hombre, cuya hijita está muerta, y les dice que se queden tranquilos, porque sólo está dormida, y la vuelve a la vida, es decir, la nena vuelve a respirar, a hablar y todo lo lo hace en talle de misericordia: XXXL o más.

Pero por qué estoy hablando de medir la misericordia. Es sólo para que tengamos dimensión con algo tangible, de lo que es el obrar de Dios, y cómo en nuestras vidas se ocupa desde lo máximo hasta lo más mínimo. Desde lo más grande hasta lo pequeñito, lo cotidiano.

A principios de diciembre mi esposo y yo tuvimos Covid. El 5 de ese mes, nuestra nieta más chiquita cumplió 6 años, y no pudimos ir a la fiestita. Me había dicho que "soñaba" con tener una mochilita, pequeña, tipo cartera, que no alcancé a comprar por enfermarme.

El día en que nuestra preciosa Emilia se graduaba de Jardín, era el primero en que podía salir, con el alta y dada por el médico, pero con el contratiempo de que a mi cuerpo le estaba costando enterarse de esta realidad, como a tantas personas, por lo que mis fuerzas tardaban en llegar.

Íbamos en el auto hacia la graduación, y le dije a mi esposo que se detuviera en un negocio para comprar la bendita mochila. Un negocio con cosas hermosas para nenas, carísimas, pero que no tenía lo que buscábamos.

Los que me conocen, saben lo importante que era para mí llevar el regalito, por lo cual, me entristecí bastante. ¿Pueden creer que estaba por subirme al auto, y vi, enfrente de donde estábamos, un negocio de valijas? Siempre compro por esa zona, pero nunca había reparado en él. ¿A que no saben lo qué pasó? Sí. ¡Conseguí la mochilita, preciosa, plateada, y encima barata! ¿Qué talle le pondrías a la misericordia de Dios en esa circunstancia? Bueno, para mí fue mínimamente XL.

¿Por qué se me ocurrió compartirte esto? Porque Jesús, ya había hecho muchos milagros XXXL. Yo en su lugar, y con todo derecho, hubiera dicho: “Ya está, Jairo, ya le devolví la vida a tu hija, así que ahora, lo menos que podés hacer es proporcionarme un lugar para descansar, cómodo, fresco, con muchos almohadones mullidos. Agua para mis pies cansados, y una rica comida”. Pero, afortunadamente, Jesús no actuó así, porque tenía clara su misión. ¿Sabés lo que hizo? Vamos a mirar directamente en la Biblia.

En ese momento, le volvió la vida, ¡y se puso de pie enseguida! Entonces Jesús les dijo que le dieran de comer a la niña. Sus padres quedaron conmovidos, pero Jesús insistió en que no le dijeran a nadie lo que había sucedido. (Lucas 8:55-‬56, NTV).‬‬

¿Viste lo que hizo Jesús? De la misericordia máxima, a la misericordia mínima. Se ocupó hasta de un pequeño detalle. "Denle de comer".

De la misma forma, aunque te parezca ridículo, para mí, el poder ir a la graduación de Emi con la mochilita, fue una prueba más de la misericordia de Dios, un tenerme en cuenta, que me conmovió, parecido al "denle de comer". Chiquita, S, pero tan importante para el corazón de esta abuela.

Se acerca el final de este año, y quizás estás haciendo un balance, una categorización de misericordias. Las más grandes, las XXXL son las que más se ven, las más caras.

Hoy el Señor me hizo relacionar este pasaje con ese pequeño episodio de mi vida, y por eso, me propuse incluir en ese balance, en un lugar preponderante, también esas misericordias S, M, L, XL y por supuesto, las XXXL.

Otra "perlita" de ese capítulo: en el lugar donde estaba la nena ya muerta. Había gente que obviamente, la lloraba. Para hacer este tremendo milagro, Jesús mandó a esas personas que salieran, y se rodeó únicamente de los padres y algunos discípulos, es decir, de los que tenían fe, de los que se iban a deslumbrar, pero que estarían expectantes por ver el obrar de Dios.

Debido a la situación del país, encontramos muchos quejosos, muchos "llorones de velatorio". Y acá hay dos maneras posibles de actuar. Los que tenemos fe, aprovechar la oportunidad para llevar esperanza de vida, que puede transformar totalmente sus realidades, y ser participantes del milagro, o quedarnos afuera, llorando y quejándonos. Termino diciendo: "Dios te siga bendiciendo mucho, mucho".