¿Amor que se agota? #8

Escrito por
Mirtha Ferrari


Hoy voy a dejar a un lado la cronología de mi vida (no quiere decir que no la retome en algún momento), para contarte algo muy específico que Dios trajo a mi memoria fuertemente, en especial en estos días.


Hace como 30 años, estábamos con mi esposo sirviendo en otra iglesia, como consejeros de jóvenes y nuestros hijos eran adolescentes. Era una época en la que se estaba gestando un mover del Espíritu tremendo, incontenible, había un campamento para jóvenes, y hacia allá fuimos, toda la familia. En la primera noche, trajo la Palabra el pastor Carlos Mraida, no me preguntes de qué habló, porque no lo recuerdo. Pero lo que sí recuerdo es que cuando terminó la prédica, fue recorriendo los lugares donde estábamos sentados, y dando palabra de ciencia según Dios le mostraba.


Cuando llegó a mí, me dijo al oído: "Yo ensancho tu corazón, y lo lleno de amor, para ser madre de muchos".


Esas palabras impactaron en mí de una forma tremenda. En primer lugar, porque nunca me consideré una madre tan buena. Me parecía que menos que la mamá de la familia Ingalls era nada, en segundo lugar, porque mis hijos adolescentes se encargaban de marcar y resaltar todo lo que hacía mal. Por lo tanto, no le creí demasiado a Dios en ese momento.


¿Esta joven "puercoespín" que en cuanto se le acercaba alguien sacaba las "púas" para evitar sufrir, ahora era una madre llena de amor para dar y repartir? No, sin duda, el humor de Dios estaba presente. Darle amor a mis hijos era "normal". Pero ¿madre de muchos? Se me olvidó que no era algo que yo hiciera lo que me convertiría en "madre de muchos".

 

Era lo que DIOS hacía.


¿Y qué pasó?  ¡Empezó a suceder! ¿Qué está pasando? ¡Lo que Dios dijo!
Empezaron a "llover" hijos, amigos de nuestros hijos que venían a nuestra casa y se quedaban porque necesitaban un lugar donde estar. 


Hijos enfermos que necesitaron que sujetara sus cabezas hasta que murieron.
Hijos adictos que necesitaron ejemplo de cómo se podía disfrutar la vida sin sustancias.
Hijos. Hijos. Hijos.


Muchos abrazos, muchos besos, mucho amor descendido directamente del trono de Dios.
Y también mucha vergüenza, mucho sentirme inadecuada, mucho no dar la altura, venido directamente de la voz del diablo, queriendo apagar la bendición de Dios, y lográndolo muchas veces.


Dios me dijo "Yo te lleno de amor", y a mí se me fue olvidando que era Él quien lo hacía, y muchas veces este "amar y expresar" me daba vergüenza, pero como éste era un regalo que al Padre le pareció bien darme, siguió estando presente, incontenible.


Esto hizo que me convirtiera en "abrazadora", pero a la vez, cuando alguien lo resaltaba como una de mis características, lo aceptaba, pero me daba vergüenza, porque me parecía "poco". Unas predican, adoran, profetizan, enseñan, saben, ¿Y yo? ¿Abrazo?


En encuentros pasados te fui contando el obrar de Dios hace muchos, muchos años.
Hoy, te voy a contar lo que hizo Dios en mi vida, sin darme cuenta, el pasado fin de semana, del 2 al 4 de septiembre de 2022. Estaba con más de 400 mujeres en un campamento. El lema era "Se levanta una voz". En la última plenaria, de testimonios, me encontraba sentada atrás de todo, y le dije a la amiga que estaba sentada a mi lado: "No aguanto más. Tengo que ir a abrazar".


Y me dirigí hacia adelante, con ese propósito. Me coloqué parada en un lugar en el que tapaba la vista de las chicas que estaban atrás mío, y cuando me lo señalaron, lejos de irme ofendida como podría haber pasado, me coloqué en otro lugar, cerca, como para cumplir de todas maneras mi objetivo. 


Miraba a todas, y el amor que sentía por cada una era inexplicable. A muchas conocía, sabía de su dolor, de sus luchas. Pero a otras, nunca las había visto, sin embargo, el amor en mi corazón se multiplicaba, y abarcaba a todas de forma "inaguantable". En otro momento, si alguien me lo señalaba, yo lo hubiera minimizado, por vergüenza, por no caer en vanagloria, por falsa modestia.


Me senté al lado de alguien que amo y respeto muchísimo: Lorena. Le dije: "Siento una unción de amor incontenible, pero me da vergüenza decirlo". Y ella me dijo: "El amor está en tu ADN. No lo contengas". Sí. Está en mi ADN. No porque nací con él, sino porque en un momento, le pareció bien a Dios imprimírmelo.


¿Acaso hay algo que Dios te imprimió, qué le pareció bien imprimirte, y a vos te cuesta reconocerlo por vergüenza, por "fiaca", por timidez, o que negás por temor al ridículo? Si a Dios le pareció bien, ¿fue porque se equivocó, o porque se confundió de persona? ¿Verdad que no? Pensar que Dios se equivocó es tan imposible que hasta da risa.


Entonces, está bueno reflexionar sobre esto, y tomar autoridad sobre la voz del enemigo, que pretende anular con sus mentiras, todo lo que Dios quiere hacer a través nuestro, y para lo cual nos provee y nos nutre.


Hoy yo le digo al Padre: ¡Gracias, Dios, por amarme, por sanar mi corazón y llenarlo de amor, para dárselo a quien no lo tiene!!! Gracias por sentir tu amor y poder transmitírselo a quienes lo necesitan. Gracias por hacerme ser tus abrazos para abrazar. Te amo, Señor.