Piedra libre para el maestro cristiano I

Escrito por
Lic. Noemí M. Elías


“Ellos leían con claridad el libro de La Ley de Dios y lo interpretaban de modo que se comprendiera su lectura.” Nehemías 8.8

 

Había un gran alboroto en Jerusalén y pueblos aledaños. Desde hacía un tiempo estaban instalándose, cada grupo en su ciudad, habían logrado establecer sus viviendas cambiando la situación de nómades a la de residentes, pero aún estaban lejos de internalizar ese tan profundo cambio. Por otra parte recordemos que venían del exilio y ambas situaciones los enfrentaban a importantes aprendizajes. En medio de todo esto, vemos que el pueblo a una, se presentó en la plaza central para pedir a Esdras, quien era sacerdote, escriba y maestro, que les leyera y enseñara el libro de la ley, aquel que Dios les había provisto a través de Moisés. (V. 1-2)

¡Qué maravilla! Esdras contó desde el principio con un alumnado absolutamente estimulado, dispuesto y motivado. 

Aunque en un principio solo leyó la ley, nadie se distrajo, porque el interés era absoluto. (V. 3)

Entonces, puso en marcha el plan evidentemente anticipado y subió a la plataforma construida como recurso material necesario, solo para poder ser visto y oído de mejor forma.

Además, como queda claramente expuesto en La Palabra, con él  eran varios los maestros y levitas que ayudarían a concretar esta difusión tan maravillosa, una clase estupenda que les permitiría entramar también entre ellos, una convivencia acorde con la voluntad de Dios.

El equipo de trabajo es un gran desafío del Señor, sobre todo si consideramos que Él mismo es equipo, Padre, Hijo Jesucristo y Espíritu Santo; cada uno con su rol y sus propias funciones, que a su vez, conectan con las de los otros, a fin de lograr la armonía perfecta a la que nos tienen acostumbrados. 

Imaginemos por un momento a esta enorme clase en un silencio anhelante. Cuando Esdras abrió el libro, todos espontáneamente, se pusieron de pie, devoción pura nos surge de esta lectura, ¡esto es reconocer al Señor! 

Esdras bendijo a Dios y todos adoraron levantando sus manos e inclinándose hasta el mismo suelo.

Luego de este tiempo especial de entrega y búsqueda de Dios, los maestros designados comenzaron a explicar la ley en pequeños grupos; no los dejaron con solo la lectura, les permitieron preguntar, comentar y ellos les respondieron orientando un aprendizaje dinámico y participativo. 

¡Fue tal la emoción! las personas valoraron tanto y tan bien lo recibido del Señor a través de sus maestros, que rompieron en llanto, sus corazones podían percibir la misericordia de Dios, en la presencia maravillosa del Espíritu Santo.

Frente a esta reacción popular, Nehemías, gobernador en su primera gestión, Esdras y los levitas que conformaban el equipo, decidieron invitarles a alegrarse y disfrutar de todo lo que el buen Señor les regalaba en ese día.

Así marcharon a sus casas a celebrar la fiesta de las enramadas; eran otros, más crecidos, más seguros, invadidos por la maravillosa presencia de un Dios al que a partir de esa clase facilitadora de gloriosas experiencias, podrían vivenciar mejor.  Estaban seguros que Dios permanecería en medio de ellos, ¡Poderoso!

Ahora bien, observando las conductas de Esdras y su grupo, veremos claramente que formaban equipo sólido y perfectamente entramado con el mismísimo Espíritu Santo en total armonía con la voluntad de Dios. Porque nadie puede, por sí mismo, ni aun contando con toda la ciencia, penetrar hasta el mismo centro del corazón de algún humano y mucho menos de tal multitud. Esto solo es obra del Dios todopoderoso lleno de amor perfecto y dispuesto al perdón y la restauración.

¡UN BUEN MAESTRO CRISTIANO SIEMPRE DEPENDE DE LA VOLUNTAD DE SU SEÑOR!