Perro que ladra… ¿No muerde?

Escrito por
Mirtha Ferrari

Si hiciera una descripción de mi relación con la naturaleza, podríamos decir que no soy muy "ecológica".

Me gustan las plantas de otros, mirarlas, pero no cuidarlas, por lo que se me "secan" hasta las artificiales. Me gustan los animales en las películas. Pero si el león está por comerse a la gacela, cierro los ojos, porque me impresiono. Detesto a los insectos. Si hay un solo mosquito en la habitación, me va a picar sólo a mí. Si vuela una mosca, no dejo tranquilo a mi esposo hasta que la espanta, y así con todos.

Pero un día, a pesar de mi reticencia, entró una perrita a nuestras vidas, y ahí sí. Conquistó totalmente mi corazón.

 

A Puky le siguió Tirsa, y ahora tenemos una chiflada del todo que se llama Puppy.

La verdad es que cuando Tirsa fue poniéndose grande (de edad, porque nunca pesó más que dos kilos y medio), mi esposo y yo, que somos tan responsables, comenzamos a decir que "bueno, que ya estábamos grandes, que sería nuestro último animalito, porque no sabíamos si tendríamos fuerzas para criar a otro", pero sucedió todo lo contrario.

Cuando Tirsa murió repentinamente, estábamos tan tristes que alguien se ofreció a darnos una perrita de 45 días de vida. Consultamos con nuestra hija, como para que se hiciera responsable si algo nos sucedía, y entró Puppy a nuestras vidas.

 

Puppy es cualquier cosa menos perfecta. A veces corre lindo, a veces camina raro, a veces parece una cabra, subiendo a un monte escarpado, teniendo en cuenta los saltos que pega, muchas veces le erra al piso y cae cuán larga es, dando previamente volteretas en el aire.

Puppy es disfrutadora de la vida, sin límites. Al principio, es tan avasallante, que predispone mal a humanos y perros, los que cuando comprueban que su "locura" no es la maldad sino la torpeza, se encariñan, le hablan, le juegan y se divierten con ella.

 

Puppy es muy cariñosa, y cuando ve a alguien que le gusta, hasta se hace "pis" (cosa no tan grata para nosotros). Cuando vamos en el auto, ama ir a upa de mi esposo. Es en los únicos brazos en los que se entrega, y se duerme profundamente en posiciones que si las adoptáramos alguno de nosotros, necesitaríamos cuando menos una internación kinesiológica.

 

Lo que pasa es que Puppy podrá ser torpe y atolondrada, pero eligió muy bien a la persona que más ama. Y no me puedo quejar, porque tiene tan buen gusto como yo. Pero, fuera de otras bromas, digo que Puppy sabe elegir.

Eligió a quien sería su sustentador. Mi esposo se ocupa de alimentarla en tiempo y forma. Eligió a su defensor, porque puede disfrutar y tratar de relacionarse con todos, sabiendo que cuenta a su espalda con quién la defenderá del ataque de cualquiera. Cuenta con el cuidador. Aunque se enoje, sabe que mi esposo no la va a dejar tragarse nada perjudicial. Cuenta con quién la sostiene en sus brazos, y aunque se tambalee un poco no la dejará caer.

 

Nosotros vivimos en un departamento, y hay horarios en que distintas personas circulan por el pasillo. A todos les ladra, obviamente, porque es una loquita. Pero distingue los pasos de mi esposo entre la multitud.

Hace poco tuvo un episodio raro de salud. Era en medio de la noche, y decidimos esperar el día, para ver cómo amanecía. Por supuesto, oramos por ella, y le pedimos a Dios que la sanara. Lo cierto fue que amaneció como si nada hubiera sucedido.

 

Y acá viene lo raro de mi vida. A pesar de ser cero ecológica, no me resulta extraño compararme con las tres perritas con las que tanto compartimos.

 

Puky, se "autopercibía" (broma) persona, por lo que los perros no le gustaban. Pero les tenía miedo. Eso sí, si estaba con alguno de nosotros, era la más valiente, y le presentaba pelea a quien fuera. Y ¡Yo también!!! A todo puedo hacerle frente cuando quien me sostiene es mi Padre, Dios.

 

Tirsa, era de tamaño muy pequeño, y dependía de nosotros para llegar a los lugares donde quería estar. Pero, cuando se olvidaba de su pequeñez, y saltaba por ejemplo de los sillones, enseguida recapacitaba y se daba cuenta de que le convenía esperarnos. Y ¡Yo también!!! Cuando dependo del obrar de Dios, y espero pacientemente su auxilio, me evito muchos tropezones que me ponen en riesgo inútilmente.

 

Y por último Puppy, que no tiene en cuenta sus imperfecciones, que disfruta la vida como se le presenta, que vive relajada, sabiendo que quien más la ama le proveerá, la cuidará, la defenderá y vendará sus heridas cuando fuera necesario.

 

Hace poco la castramos, y era muy conmovedora su mirada como diciéndonos: "¿Qué pasa que no hacen nada?" Dando por entendido que "podíamos" hacer algo.

 

¿Sabés una cosa? Hace un tiempo me apareció un dolor físico nuevo, muy muy fuerte, de esos que cuando los nombrás duelen en la cara,  inexplicable, que se había atenuado, pero parece como si ahora hubiera tomado más fuerza, a pesar de estar haciendo el tratamiento adecuado. Un dolor que me inhabilita. Y cuando se me pasa el efecto de los calmantes, tengo la tentación de mirar al trono, y decirle a Dios: "¿Y? ¿Qué pasa que no hacés nada?" Tranqui. No es que perdí la confianza en que Dios está haciendo lo mejor para mí, aunque no pueda verlo. Además ya en otros momentos me libró de otros sufrimientos, así que, experiencia tengo. Pero ¿Notaste que siempre el último dolor parece el peor?

 

Lo que pasa es que puedo relajarme en sus brazos, y hasta cuestionarlo a veces. Porque me ama, no por como soy, sino a pesar de como soy, y me hizo su hija, y es mi Padre.

¿Te pasó alguna vez?