Para nosotros, el amor es azul

Escrito por
Mirtha Ferrari


Desde que tengo memoria, la música ocupó en mi vida un lugar muy importante.

No, no te hagas una composición equivocada de mi persona, aunque podría contarte cosas medio ciertas, no serían totalmente verdaderas.

Me gusta cantar, eso es cierto. Y cuando de chica salía por mi barrio a hacer alguna compra, iba cantando a los gritos, porque esperaba, que como en alguna película que había visto, algún productor me escuchara, y me contratara. Como te imaginarás, esto no sucedió.

Pasó el tiempo, y ya en la adolescencia, al comenzar a ir a la iglesia, el cantar se hizo más habitual y justificado, pero fui olvidando y dejando de lado esas letras movidas que me habían alegrado, y también esas tristes, depresivas, que me hacían llorar en el momento justo, o las de amor, que me gustaban tanto, pero que decían algunas cosas no tan bien vistas en esa época.

Canciones, canciones, canciones. Ese invento tan maravilloso que nos acerca a Dios de una forma inigualable, con palabras probablemente no escritas por nosotros, pero con las que nos identificamos.

Muchas veces las cantamos en las reuniones, y por obra del Espíritu siguen dando vueltas en nuestra cabeza, ya sea porque nos gustaron, o ya sea porque sus palabras nos remiten a algo que Dios quiere decirnos.

Otras veces, se nos graba la música, pero no toda la letra,  y como yo, agregan palabras en los espacios de la melodía que quedan vacíos en mi memoria, para broma de mis hijos, y deleite ahora de mis nietos. "Si no lo recuerda, lo inventa".

Pero quisiera hablar de lo importante que es siempre la música en las relaciones. Cuando una mamá toma a su hijito por primera vez, seguramente le va a hablar bajito, como cantando. Cuando empiezas el Jardín, te enseñan las cosas más elementales mediante canciones. Vas creciendo, y en  la primaria, junto con el himno, te enseñan otras canciones que hablan de batallas desconocidas. Ya en la adolescencia, los ritmos de moda te atrapan, y te encontrás repitiendo canciones en otros idiomas a veces desconocidos, y por lo tanto sin entenderlas.

Y así sucesivamente, la música te acompaña en cada momento, y hasta incluso en el lecho de muerte, puede ser que para que sientas alivio te pongan al oído alguna canción, de esas que te gustan y te hacen bien.

Hablar de la música en circunstancias especiales, me  recuerda con ternura y hasta risas, cómo me puse de novia con mi esposo, con el que comparto mi vida desde hace casi 50 años (faltan 2 todavía para el gran festejo).

En esa época él tenía 18 y yo 16 años. Yo era "mandada" pero mi esposo era un poco tímido, y no se decidía. Y yo esperaba que me dijera algo, pero él se iba por las ramas porque no se animaba. Y así iban pasando los meses de verano, que eran los más lindos para caminar, y caminábamos, y caminábamos, pero no sé decidía.

Hasta que un día, empezó a enredarse con el color azul, y me preguntó si me gustaba, y yo, a pesar de que nunca fue ese mi color preferido le dije que sí, y ese fue el pie para que me dijera que lo que sentía por mí era azul, y aunque tardé un poco, terminé asociando lo que me decía con una canción que se cantaba en esa época, y que decía: "Azul es el amor". ¡Casi me desmayo! ¡Me lo había dicho! ¡Se había animado! Obviamente, le respondí que yo también, y nos dimos ese beso tan esperado y tan soñado. La letra de una canción marcó el comienzo de nuestro andar juntos hasta que Dios lo disponga.

Ese beso había sido tan esperado, porque en la iglesia no te dabas besos con los varones. Los saludabas con un apretón de manos. Tan esperado que hasta pensé que lo había soñado. Como esto me trajo dudas pensé: "Si cuando lo vea me da la mano, soné. Todavía no pasó. Pero si me da un beso, ¡sí! ¡Soy la novia de Sergio Ferrari!!!" Y ¿adivinen qué pasó? Gracias a Dios, me dio el beso, y me sigue besando, después de tantos años.

Hoy leía en el Salmo 137 que los cantores exiliados del pueblo judío escondían sus instrumentos, porque no querían que los usaran para divertirse aquellos que los habían capturado.

En contraposición, vemos a Pablo y a Silas cantando alabanzas, apretadas sus manos y sus pies por grilletes, escondidos en lo más profundo y oscuro de la injusta cárcel. ¿Por qué? ¿Porque querían demostrar algo, o porque simplemente eso los acercaba al trono de Dios, trayendo consuelo, alivio a su dolor, y certeza de que estaban haciendo lo correcto?

Sin duda, el diablo utiliza mucho la música para apartarnos de Dios, especialmente con armonías y letras pegadizas. ¿Te pasó alguna vez detenerte a prestar atención a lo que cantás y te horroriza, y decís qué estoy cantando?

A mí sí. Y también cuando me doy cuenta, viro totalmente a una canción que exalte el nombre de Dios, y me lo imagino al diablo preguntándose:"¿Y ahora? ¿Qué canta?"

Y siguiendo con las canciones, son un invento precioso que nos acercan a la presencia de Dios. ¿Tenés alguna canción preferida? Te voy a compartir una de las mías, que me hace bien porque me recuerda que puedo estar de la peor manera, pero que con todo, Dios me levantará, y me llevará dónde quiera que yo esté. Te comparto un pequeño fragmento, y te invito a cantarla en la presencia de Dios como declaración.

El Poder de Tu Amor (de Ingrid Rosario)

Vengo a ti Señor, cámbiame, renuévame, por la gracia que encontré en ti.

Ahora sé que las debilidades que hay en mí, desvanecerán, POR EL PODER DE TU AMOR.

Cúbreme, con tu amor rodéame. Tómame, cerca yo, yo quiero estar. Y al esperar, nuevas fuerzas yo tendré

Y me levantaré, como las águilas POR EL PODER DE TU AMOR.

Yo te quiero ver, cara a cara, ¡oh!, Señor Y conocer así más de ti, en mí.

Prepárame señor, Para hacer tu voluntad, Viviendo cada día POR EL PODER DE TU AMOR.

Y así, con música, nos vamos hasta la próxima.