Nuevamente aparecieron los “fantasmas”

Escrito por
Mirtha Ferrari


No sé si lo vieron, pero entre los emojis o emoticones, o dibujos con los que nos podemos expresar en whatsapp, hay uno que simula un fantasmita.

Se me ocurrió, en una de esas, buscar el significado, tratando de entender porqué alguien pondría un fantasma, aunque en realidad sea un fantasmita, para expresar algo que comparte por teléfono. ¿Qué encontré? Que el fantasma representa a un ente que tiene como finalidad asustar a alguien de manera “amistosa”.

¿Asustar a alguien de manera amistosa? ¡Parece una broma!  Si la persona se asusta en cierta manera es porque teme que lo que está sucediendo le pase en realidad.

Hay un juego que hacemos con nuestros nietos más chicos cuando vuelven sus padres a buscarlos. Ellos se esconden y nosotros con cara “de póker” les decimos: “¿Vieron a “Fulanito” o “Fulanita”? ¡No los podemos encontrar en ningún lado!” y entonces, los papás ponen cara de preocupados y los buscan por todos lados hasta que los encuentran, y ahí, obviamente siguen los abrazos y los besos, además de los “me quiero quedar con los abuelos”, cosa que nos enorgullece y nos preocupa a la vez, porque hay dos circunstancias importantes en la vida de estos abuelos: cuando los recibimos llenos de alegría y los disfrutamos a más no poder, y cuando se van con sus papis, y ahí ordenamos todo, nos sentamos en el living, nos tomamos unos mates, y disfrutamos de la paz restituida.

Pero volviendo al tema de los fantasmas, mi propia definición es que lejos de ser un dibujito hasta simpático y alegre,  los fantasmas que se me aparecen me llenan de incertidumbre, y preocupación.

El primero de ellos, quizás el más fuerte es la posibilidad de que le pase algo a alguno de mis amados. Mi nuera, nuestra Mirtita, hace 8 años que lucha contra una condición en su salud, que la llevó varias veces al borde de la muerte. Si bien está controlada, si bien hay Palabra de que Dios la va a sanar, esto aún no sucedió, y debo confesar que cuando presenta algún tipo de cuadro agudo, me pone en zozobra. Hablo por mí, porque tanto ella como Matías, nuestro hijo, actúan de manera distinta, con más naturalidad, ¿con más fe? No lo sé.  Muchas de las veces tuve el privilegio de acompañarla en sus internaciones, y debo decir que la he visto sufrir de dolor, y me angustia. De la misma manera, me pasa cuando alguno de los otros, hijos o nietos tienen algún tipo de situación en  la que la salud no los acompaña demasiado.

Otro de los fantasmas aparece cuando mi esposo se demora injustificadamente, o cuando veo que levanta cosas pesadas, o cuando sale a correr, o ¿siempre? Es tanta la necesidad de cuidarlo que a veces lo trato como a un cristal que está a punto de romperse, y resulta que tiene una resistencia mayor que cualquier joven con la mitad de la edad que él tiene.

Pero hay un fantasma que se llevaría sin dudar el “Fantasma de oro”, y es el temor a sufrir. A tener una enfermedad complicada, a no estar preparada, a tener dolores insuperables, al futuro.

Y sin querer, en la descripción de estos fantasmas le fui poniendo el nombre que le corresponde: Temor. A veces esta palabra de tan sólo 5 letras siento que me afecta terriblemente. Y puede disfrazarse del emoji de fantasma, y parecer hasta simpático, pero no. Es un ladrón enmascarado, un asesino silencioso que roba mi paz y procura asesinar una de las cosas más hermosas que disfruto en mi vida, y que es mi relación con el Dios Todopoderoso. 

El temor a veces se confunde con el miedo, y son dos cosas totalmente distintas. El miedo es una reacción de toda mi persona, que me advierte de un peligro real que me acecha, y hace que ponga atención en protegerme de él. Si viera un león feroz suelto en la calle, el miedo me haría huir en sentido contrario para que no me atacara.

En cambio el temor es más sutil. Se disfraza de cosas “posibles” y su objetivo es robar, matar y destruir. Porque el temor es algo que el diablo usa constantemente, para separarme de esa fe, de esa absoluta confianza en Dios, de ese estar segura de amar al Padre, y que por lo tanto todo lo que me suceda es para mi bien, porque sus planes son bendecirme, amarme, porque me eligió, porque me dio identidad de hija, y porque inclusive lo “peor” que podría pasarme él lo transformó en la mayor de las bendiciones y es la eternidad a su lado.

Entonces, yo, cuando abro los ojos y veo el obrar del enemigo, porque a pesar de que el Espíritu Santo cual linterna de 5.000 luces led me lo esté mostrando si tengo los ojos cerrados no lo veo, tomo autoridad, y como hija de Dios lo hago callar, lo enmudezco en el nombre de Jesús, y “milagrosamente” la paz, esa que no da el mundo, la que viene directamente del trono de Dios, me invade, y me tranquiliza, y entonces obviamente, salen espontáneamente de mi boca, palabras de agradecimiento a ese Padre amoroso que nunca me abandona.

Dios es mi salvación! Confiaré en él y no temeré. El SEÑOR es mi fuerza, el SEÑOR es mi canción; ¡él es mi salvación! (Isaías 12.2, NVI)