Piedra libre para el maestro cristiano II

Escrito por
Lic. Noemí M. Elías


 “Vengan, síganme – Les dijo Jesús- Y los haré pescadores de hombres.” Marcos 1.17

 

Sin duda, el mejor e irreprochable modelo de vida es el Señor Jesús y cuánto más si observamos su gestión docente.

 

A partir del versículo 14 del capítulo 1 de Marcos, se nos cuenta de cómo inició su ministerio buscando a los primeros alumnos, aquellos que planeaba fueran sus colaboradores.

Fíjense que Jesús inició su ministerio organizando un equipo. Alguna vez, al observar en la Palabra cómo lo logró, me pregunté: - ¿Qué hubiera hecho yo frente a esta selección? Sin dudas mi respuesta fue: Hubiera ido a reclutar a la sinagoga; allí estaban los aparentemente más capacitados. Sin embargo el Señor, que los conocía bien, prefirió los valores de los aparentemente menos capacitados antes que la arrogancia, la soberbia y la mezquindad de aquellos que solamente eran religiosos. Competitivos y poco competentes, incapaces de despegarse de su yo para integrar al resto, especuladores e intrigantes, estos molestos seres estaban impedidos de abordar una tarea tan sensible y evidentemente transformadora como la que Jesús venía a proponer.

Entre esos dueños del poder, se movían intereses que el Señor no estaba dispuesto a negociar perdiendo tiempo valioso y distrayéndose del objetivo principal, entonces prefirió ir por los más sencillos, rudos, con lenguajes más acotados pero capaces de ser perfeccionados por la formación que recibirían de Él.

 

Al pensar en todo esto, comprendo que hay dos cuestiones principales a tener en cuenta a la hora de seleccionar personas para conformar equipos y aun de aceptar la propuesta de formar parte de alguno de ellos:

 

1. SER LLAMADOS: Esta cuestión es fundamental. El dueño de la obra y el Señor creador, es quien tiene claro el diseño. Él cuenta con el sueño y también con las herramientas para concretarlo. ¿Quieres formar parte de su equipo? Coméntale tu deseo, pero espera Su respuesta. No permitas que tu mente te arrastre a evaluar por tu cuenta el deber ser de Dios, no te corras del refugio porque sólo en él encontrarás tu lugar, ese que a tiempo y siempre en forma te dará solo el Señor y Dios de tu vida. 

 

Algunas veces coinciden, la preparación formal con el llamado, pero no siempre, por lo cual recordemos que tratándose de Dios, no importa el grado académico que hayamos logrado en la vida, SI NO HAY LLAMADO DEL SEÑOR ES INÚTIL PRESENTARSE A SERVIR.

Sin haber sido convocados no contaremos con la participación del Espíritu Santo y ella es fundamental para que el resultado tenga alcance eterno. Esa espera en oración nos permitirá conformar equipo con el mismísimo Dios y solo así, recibiremos poder de lo alto que se traducirá en una maravillosa danza del Espíritu Santo en nuestros corazones; la creatividad necesaria surgirá y sentiremos que nuestro ser será inundado de Su maravillosa gracia; es así también donde vivenciaremos que Él siempre completa todo lo que nos falta.  Seremos participantes y a la vez espectadores cautivados y sorprendidos con resultados inimaginables; entonces y una vez más, tendremos la bendición de comprender lo que es formar equipo con el mismísimo Espíritu del Dios vivo. ¡Qué gloriosa experiencia! 

Debemos recordar entonces, que nuestra participación, sin la aprobación del Señor, por muy calificada que sea, solo alcanzará la mente de nuestro interlocutor. Él saldrá del encuentro diciendo: --¡Qué bien habla esta persona!- o - ¡Qué buen nivel comunicacional tiene, estuvo tan entretenido!

Ese no puede ser nuestro objetivo, ni puede conformarnos tal resultado, porque cuando pasen unos días quedará en la gente solo un impacto emocional sin el toque perfecto de Dios. Eso es inútil, humo en nuestro servicio que se desvanece rápido. En este caso, si nos preguntáramos: -¿A quién serví?- La respuesta debería ser: – A mí mismo.

El Señor es el único que produce cambios reales, porque el poder de penetración profunda llega con fuerza atravesando la vida de alguien, solo por la participación del Espíritu Santo. Por eso el apóstol Pablo decía que aún si cumpliera con su deber a cabalidad, siervo inútil sería; esto no asomaba como un rasgo de falsa humildad, sino como la convicción de uno que había comprendido el valor de la dependencia del Señor no sólo como un ejercicio dialéctico. 

Cuando formamos equipo con Dios, debemos sujetarnos a Su voluntad y guía. 

Cuando además formamos equipo con otros llamados a servir, debemos articular responsablemente con ellos, respetando la coordinación del grupo, los marcos del rol que nos fue asignado y los del resto del equipo. El impecable modelo está gloriosamente expuesto en las prácticas perfectas de nuestro Dios trino.

 

2. PREPARARSE: Algunas veces nos preparamos con tiempo para cumplir con la misión. Otras veces nos llega el llamado de sorpresa, lo cierto es que siempre debemos pensar y considerar la preparación. Tantas veces hemos escuchado a personas disculparse de antemano con frases tales como: “Hagamos las cosas como podamos, total es para el Señor.”

Supongo que lo que intentan decir es que ante la perfección de Dios nadie logra Su talla. Lo cierto es que creo que lo que deberíamos pensar es que por eso mismo nuestra preparación debe ser permanente y nunca debemos darnos por satisfechos, se trata de un proceso constante que se ve así:

 

                                CAPACITACIÓN Constante

                                ⬑SERVICIO Simultáneo

 

Consideremos ahora la situación de quienes nos preparamos profesionalmente y somos docentes de carrera. Recordemos que esto puede ser muy útil a la obra del Señor, pero no olvidemos que hay requisitos de suma importancia a tener en cuenta:

 

1. Comprender que nuestras ciencias alcanzan para guiar al alumno a desarrollar competencias que le permitan desempeñarse en este mundo durante esta parte de la vida; el maestro de Biblia, en cambio, dedica su servicio a radicar a sus alumnos en el camino a la vida eterna y esto solo se puede lograr, como ya adelantamos, con la participación activa y profunda del Espíritu Santo.

 

2. Ante tal objetivo comprenderemos que lo primero que debemos hacer es consagrar al Señor nuestras preparaciones. Solo Él podrá hacer de ellas verdaderas herramientas seleccionadas por su gracia y amor. Recordemos que en sus primeros equipos había discípulos con diversas capacitaciones previas y todos fueron igualmente preparados y útiles en la medida de su entrega y compromiso.

 

3. Estoy convencida de que la calidad de vínculo que deriva de todo lo dicho es:

 

                        A CONOCIMIENTO DEPENDENCIA DE DIOS

                        (A mayor conocimiento, mayor dependencia de Dios)

 

Dejemos que el río de Su Espíritu fluya en nuestras vidas, vaciándonos de todo lo que no sea útil a Dios. Que sea Él y no nosotros quienes elijamos qué se queda y qué se va, entonces, como una suave brisa recorrerá nuestras vidas equipándonos para servirle  como quiere ser servido. Hermoso Señor que lejos de desecharnos se esfuerza una y otra vez por conquistarnos y transformarnos a Su imagen y de verdad.