“Los padres de Jesús subían todos los años a Jerusalén… Cuando Jesús cumplió doce años, fueron allá según era la costumbre” (Lucas 2:41-42)
La familia es un organismo vivo, dinámico. Alguien dijo que primero uno es hijo de sus padres, luego padre de sus hijos, luego padre de sus padres, y finalmente ¡hijo de sus hijos!. Allí está resumido todo el ciclo vital familiar.
Uno de los grandes secretos de las familias sanas, es su capacidad de anticipar los cambios y de adaptarse a ellos. Es la sabiduría de preguntarse, a tiempo, ¿qué es lo que sigue en nuestro ciclo vital familiar? Muchos matrimonios entran en crisis cuando nace su primer hijo. Porque quieren seguir viviendo el estilo de vida que vivían cuando estaban solos. Alguna vez se preguntaron ¿por qué Dios estipuló que el embarazo humano dure 9 meses?, ¿por qué no somos como los conejos, que tienen embarazos de 1 mes? Justamente para darnos tiempo de anticipar el cambio y adaptarnos. Para que nos preparemos mentalmente. ¡Qué sabio y bueno es Dios! Por eso el tiempo de embarazo no debería ser “la dulce espera”, sino “el dulce cambio”. Porque si esperan sin cambiar, entonces lo dulce se les convierte en amargo.
Es interesante que el único relato bíblico de la adolescencia de Jesús, nos muestra a una familia conflictuada. Una familia tratando de adaptarse al cambio. Pero es un conflicto bueno, un conflicto absolutamente necesario. Es el típico conflicto de ajuste. ¡Jesús ya no es un nene! Y sus papás aún no lo habían notado. Lo que queremos decirles es que no deben temer el conflicto que genera el cambio. Teman el conflicto que genera el no cambio. Cualquiera sea la etapa en la que se encuentren, hay una nueva etapa por delante. Y esa etapa requerirá cambios.
Aplicación:
- Pregúntense cuáles son los cambios que requerirá la etapa que tienen por delante.