Más importante que la habilidad de soñar es desarrollar la capacidad para ejecutar esos deseos. Tener un sueño, es el comienzo y saber alcanzarlo es el objetivo es el final de la historia.
Muchas veces nos encontramos con personas que poseen un sueño, una palabra o una visión y no se han puesto en marcha porque no relacionan la importancia de la ejecución con el deseo o visión.
De la misma manera, muchos no emprenden porque creen erróneamente que crear y emprender es un regalo divino para pocos cuando la realidad es que todos hemos sido creados a Su imagen y semejanza con una medida de su corazón que es un corazón creativo y que espera.
Dios se imaginó muchísimas cosas sobre algo que no tenía forma, algo que no contenía nada, ni siquiera vida. Sobre una gran oscuridad, el espíritu creativo se movía y se dijo a sí mismo “¡Quiero que haya luz!” (Génesis 1: 1-5).
De la misma manera hay un sueño universal de esparcir las mejores noticias a todos, de compartir todo lo recibido hasta el fin del mundo, un sueño grande y una promesa que todavía espera. (Mateo 28:19-20).
A veces magnificamos la idea (cuando la tenemos) y no hacemos foco en la ejecución que es una disciplina disponible para todos. En otros casos, tenemos las prácticas y hábitos, pero pensamos que las ideas y creatividad son solo para algunos iluminados, cuando en realidad también son para todos nosotros.
El problema es doble ya que muchos no comienzan porque creen que no es para ellos, y otros desisten o abortan porque no focalizan en los procesos. El plan del enemigo puesto en marcha para evitar el avance de la obra y de quienes pueden emprender con valores y así mostrar que un mundo diferente es posible.
Como creemos que la capacidad de creer y crear está en todos, la diferencia indudablemente está en lo que hacemos con ellas. La diferencia entre el “querer” y el “hacer”, está en el método. Y lo hay.
La visión es simplemente un dato, mientras que la ejecución de la visión es algo concreto que se materializa en la realidad e impacta a los demás.
Los proyectos se crean dos veces, la primera en el pizarrón y la segunda en la realidad. Sobre planeamiento de negocios se ha escrito mucho y hay muchas metodologías y formas. También se ha opinado sobre la imposibilidad de sostener un plan en el mundo que vivimos lleno de inestabilidad lo que ha llevado a algunos desprevenidos a aceptar que no es necesario contar con un plan.
La complejidad de los entornos no descalifican al plan, sino que lo llevan a que sea ágil y revisable. Lo que el plan no debe hacer, es creerse inmutable pero debe existir de manera flexible.
Planificar es un ejercicio de pensamiento en el cual quien tiene que tomar una decisión y analizar elementos internos propios y confrontarlos con variables externas que hacen a la posibilidad de concretar lo que quiere y así en base a la relación de los mismos decide sobre una concreción futura.
Siempre decimos que el plan de negocios es relativo porque es contingente a la realidad, (puede o no puede suceder) pero el ejercicio de realizar un plan de negocios es algo crítico y un ejercicio vital para el crecimiento de la empresa.
Es importante porque genera el ejercicio de pensar que es complementario al de la inspiración o revelación.
El plan hacia un sueño concretable comienza por ordenar la motivación y los propósitos para emprender. Preguntarnos qué nos motiva a emprender no es simplemente un acto fundacional filosófico porque luego entre otras cosas contribuirá a ajustar las expectativas y a poder sobrellevar los primeros momentos de todo emprendimiento que son de gran estrés y zozobra.
Motivaciones hay muchas desde por ejemplo, lograr independencia económica, un segundo ingreso, ayudar a mi familia, controlar los tiempos para hacer otras actividades, o bien ganar más dinero, obtener ingresos variables, o lograr la satisfacción de un nuevo producto o servicio, cambiar una industria, un estado de cosas en el mundo, obtener reconocimiento personal o prestigio etc. Todas son válidas pero diferentes y es bueno que se sepa cuáles son los disparadores emocionales que tiene el emprendedor a la hora de emprender.
Muchas veces el no pensar esto y no exteriorizarlo con los socios, empleados e inversores hace que los proyectos se frustren porque aunque no verbalizada la motivación está, y siempre tira para su lado.
Por ejemplo, si lo que se persigue es un ingreso fijo, o mayor al que se tenía en un trabajo, pero “sin jefes” pero no se lo exterioriza a los socios o a los empleados quienes se involucran pensando que se irá por un sueño grande, esto puede plantear dificultades a futuro por la diversidad en los incentivos de los participantes.
Las expectativas personales deben también ser monitoreadas así como también se monitorean los objetivos de cualquier proyecto porque además estas pueden variar con el tiempo.
A veces hay ilusiones desmesuradas, que en realidad esconden motivaciones que el emprendedor no tiene ni él identificadas.
Se hacen un montón de cosas cuando en realidad la motivación es lo económico o bien el reconocimiento personal. Nada de esto está mal, pero se debe conocer para ajustar lo que se espera y también para determinar lo que el emprendedor tiene para ofrecer por ello y que no se frustre en su habilidad para emprender porque lo que no sabe que quiere, nunca llega. No llega porque no lo tiene exteriorizado.
Esto que parece tan sencillo, es algo que no muchos hacen y es por ello que ocurren tantas frustraciones producto de expectativas no satisfechas.
Luego de tener clara la o las motivaciones debe haber un orden en los propósitos. Esto ayuda al emprendedor a separar lo que es productivo de lo improductivo para su visión.
¿Qué problema se quiere resolver, o qué necesidad se quiere satisfacer con el proyecto? ¿Es un propósito para terceros o para él mismo?
Descartar lo improductivo es crítico para no perder tiempo, pero para eso primero se debe tener clara la motivación para emprender y también los propósitos de cada proyecto.
He visto que si se emprende para lograr reconocimiento, sin tener esto exteriorizado, la dificultad y las frustraciones que vienen con cada proyecto hacen que el emprendedor se resetee permanentemente. Va de ilusión inicial en ilusión inicial. Cuando la dificultad llega, cambia de proyecto. Trabajar en estos niveles iniciales de orden personal le permitiría ajustarlos o ajustarse él a otra actividad como por ejemplo consultoría.
El tener un orden en el plan, permite medir, evaluar y ajustar y esto último nos permite redefinir o bien cancelar un plan que no está ajustado a lo que queremos.
El primer paso para tener un sueño concretable es entonces entender que a la idea primaria deberá complementar una gran tarea de preparación previa.
A continuación algunas preguntas que el emprendedor podría hacerse en esos momentos iniciales:
1. ¿Qué me motiva a emprender?
2. ¿Qué persigo con esa idea? (Quiero cambiar un estado de cosas en la realidad, o emprendo porque me quedé sin trabajo, o porque quiero tener horas libres –(sueño inicial de muchos y gran error)-; o tener independencia, o tener mayor capacidad de adquirir cosas, hacerle mejor la vida a los demás, innovar, etc.
3. ¿Qué me motiva a realizar la idea? ( se relaciona con lo anterior, es dinero, es un desafío personal, es el deseo por hacer cosas nuevas, retos, etc)
4. ¿Qué aptitudes internas tengo para lograr lo propuesto? ¿Cuáles que no posee debo desarrollar y cómo se realizará esto?
5. ¿Qué capacidades o recursos externos cuento en relación al problema que quiero resolver?
6. ¿Qué estoy dispuesto a dar, esperar y padecer para ver el sueño completo?
Estas preguntas son anteriores al plan de ejecución del sueño en sí, y hacen al hecho de estar listo para cumplirlo. Todo proyecto y todo emprendedor debe desarrollar capacidades técnicas y capacidades del carácter. Estas preguntas tienden a planificar las del carácter que son las que sostendrán a las otras.
La capacidad para creer se ejercita, y también el orden para lograr lo que se cree y quiere realizar.
Comienza a ordenar tu motivación, pasa tiempo con ella, planea sobre tus capacidades y luego extiéndete al proyecto en sí mismo.