Desperté muy temprano con un texto en mi mente: “… para engañar de ser posible, aun a los elegidos” (en otras versiones alude a “los escogidos de Dios”).
El texto forma parte de Mateo 24:24, y que se encuentra dentro del quinto discurso de Jesús, dirigido a sus discípulos donde describe algunos acontecimientos que habrían de suceder antes de la segunda venida del Señor Jesucristo.
Sin prestarle gran atención al “cuando” centré mi atención en el “como”:
¿Cómo podría ser que el enemigo engañe a los santos? El versículo completo aclara un poco más:
“Porque surgirán falsos Cristos y falsos profetas que harán grandes señales y milagros para engañar, de ser posible, aun a los elegidos”.
Pueden leerlo en las diferentes versiones si les gusta ampliar la idea de lo que el texto original decía: https://www.biblegateway.com/verse/es/Mateo%2024:24
¿Podría ser entonces que el pueblo de Dios fuera engañado y apartado así de Dios?
Por lo que dice el pasaje de Mateos 7:22-23, las señales, profecías, milagros y las maravillas no bastan para saber si una persona está cimentada en Cristo. Entonces: ¿cómo podremos los cristianos de todos los días, asegurarnos de no caer en esos engaños?
En Efesios 6: 10-18, el apóstol Pablo nos enseña el cómo fortalecernos en el Señor al hablarnos de la “armadura de Dios”.
De todos esos componentes hay uno que claramente es de ataque: “… la espada del Espíritu que es la palabra de Dios”. (Ef 6:17b).
Dios ya nos dio absolutamente todo para que seamos “… más que vencedores…” en Jesucristo quien nos ama. (Ro 8:37).
Entonces, que los tiempos son complejos, nadie lo duda, que el enemigo va tras engañar a los santos, queda claro en las Escrituras, pero, también tenemos la provisión de Dios para cada uno de nosotros en la fórmula: clamar en oración al Espíritu que nos revele la Palabra de Dios (Ef 6: 17b y 18).
"Alejandra, pero es que cuando voy a leer la Biblia me da sueño, hay muchas partes que no las entiendo, por eso me llevo mejor con la alabanza, oigo predicaciones, me esfuerzo con portarme bien, diezmo, voy a la Iglesia…."
Absolutamente todos pasamos por estas situaciones (esa es la batalla espiritual cotidiana, el enemigo nunca entrega terreno sin lucha y cuanto más débiles de Palabra estemos, más dóciles seremos…). Y por supuesto no está mal vivir cristianamente, pero, si nos falta la Palabra de Dios, tenemos que saber que estaremos muy vulnerables frente a los ataques del diablo.
No sé hasta qué punto somos capaces de comprender que nuestra lucha cotidiana, la de todos los días, no es contra papá, mamá, hijos, hermanos, jefes, profesores, clientes, proveedores, líderes o pastores “… sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. (Ef 6:12)
Tentación y engaño son dos armas poderosas en manos del enemigo.
En Mateo 4:1-11 y en Lucas 4:1-13 encontramos que el mismo Señor Jesucristo fue tentado por el diablo. Lo que básicamente el diablo le propuso, a un Jesús que estaba en la plenitud de sus treintas, totalmente humano o sea, varón lleno de vigor, es que obtuviera todo lo que Dios le iba a dar, pero, sin pasar por la cruz. O sea, sin pagar el precio. ¿Alguna vez te sentiste en una situación similar?
Jesús le responde sólo con las Escrituras: “… porque escrito está…”. Pero la intensidad de la tentación es tal, que el diablo lejos de alejarse, vuelve a tentarlo y le argumenta: “porque escrito está…” (Lucas 4:10). ¿Cómo se imaginan responder ante semejante propuesta fundada supuestamente en las Escrituras?
Jesús nos lo enseña, al responderle al mismo diablo: “… escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.” (Mt 4:7).
Todo nos es lícito, somos las criaturas más libres del Universo en Cristo, pero en esa libertad hemos de elegir conocer al Dios al que adoramos.
Si amamos a alguien, queremos saber cómo piensa, queremos hablar con esa persona, queremos entender su mente, estamos dispuestos a alejarnos de todo y pasar tiempo de calidad con esa persona. No nos es suficiente con mirar a la persona y decirle cosas lindas, queremos relacionarnos con ella. No podemos tener una relación profunda con Jesús sin conocer su Palabra, sin orar pidiéndole al Espíritu que nos ayude a comprender al Jesús de la Biblia.
¿Puede resultarnos difícil entender la Biblia? Para eso Dios dejó a su Iglesia, acércate a un grupo que te enseñe, la Iglesia está llena de propuestas. Pero no te quedes en argumentos huecos, para no aprender la Palabra de Dios.
Nos reíamos con Alejandro (mi esposo), porque él decía que no podemos decirle al diablo en el medio de la batalla: “Esperá, esperá que yo sé que en algún lado de la Biblia, algo dice sobre esto. O, esperá que se me cortó la wifi y no tengo datos….”
En una tentación o ante alguna situación de engaño con la que estemos batallando, la Palabra tiene que estar en tu corazón, y allí el Espíritu la activa y la trae a tu mente y a tu boca. Aun si lo único que sale de tu boca en ese momento es adoración, será una adoración verdadera de un corazón que invirtió tiempo y conoce al Dios al que adora y no una fórmula aprendida.
Como Pablo nos enseña: Oremos los unos por los otros (Ef 6:18), para que la Palabra de Dios sea una hermosa y poderosa espada de Espíritu en nuestras vidas, que nos lleve a vivir en plenitud cada día de nuestras vidas.