¿Qué le parece, doña María?

Escrito el 16/12/2022
Mirtha Ferrari

Se acerca la Navidad, una de las épocas más hermosas para mí.

Cuando era chica, vivíamos en un barrio y éramos los únicos judíos. Por lo tanto, los festejos nos eran muy cercanos, pero totalmente ajenos.

¿Te pasó alguna vez estar en un lugar donde todos celebran, pero vos no estás invitado? Bueno, así era mi Navidad por muchos años.

Cuando por fin le dije sí a Jesús, junto con la certeza de la salvación, y de tenerlo en mi vida, se sumó a todas las cosas de las que Dios me libró, la "habilitación" de celebrar la Navidad. No pude hacerlo sino hasta después de casarme.

Navidad es familia, si se puede, porque cuando los chicos crecen y se van, es otro cantar. Navidad es regalitos elegidos de acuerdo a las posibilidades, pero pensando en qué le va a gustar al destinatario. Navidad es comida rica, pensada para que la disfruten grandes y chicos. Navidad es pan dulce sin frutas, es ese turrón rico que te suma 18.000 calorías por cada cm. cuadrado que comés. Navidad es compartir con esa persona que está sola, en un día en el que no hay que estar solos.

Navidad es una torta con velitas que se soplan a las 12 de la noche, mientras cantamos "cumpleaños feliz" a Jesús. Navidad es orar juntos, y arrancar a cantar esas canciones viejísimas, con palabras difíciles cuyo significado hay que explicárselo a los chicos, como "paracleto", que por si no lo sabés, se refiere a Jesús como abogado.

Muchas veces escuchamos todo lo que la Navidad "no" es. Pero, Navidad es Jesús. Es este Hijo de Dios que podría haber descendido poderoso del cielo, rodeado de una fuerte luz, con un ejército de ángeles escoltándolo, con espadas en sus manos, y miradas frías. Pero no. Vino en la forma de un indefenso bebé, que desde su gestación sufrió el rechazo (temporal) de su "padre terrenal". Nació en un lugar maloliente, en vez de la cuna de oro que merecía.

Navidad es Jesús. Y adorarlo a él no impide que cada familia arme su propia tradición. Ya sea si es una familia de una sola persona o de muchas. Navidad es Jesús. Es recordar amorosamente a los que ya no están, y pensar esperanzadamente en los que vendrán.

Desde que tuve a mi primer hijo, me llamó mucho más la atención, la vida de María, esa muchacha buena, con mucha fe, a la que Dios eligió para cargar en su útero, y dar a luz, nada más y nada menos que a Jesús, quien sin cuyo nacimiento, nada tendría sentido.

Te propongo un juego, para el que es necesario aflojar la mente, dejar de lado la solemnidad, y hacer volar la imaginación. ¿Para qué? Para hacer "como si" tuviéramos delante a María, y pudiéramos hacerle un reportaje. ¿Te animás? ¿Sí? ¡Vamos, entonces!

Periodista: Estamos aquí, a punto de entrevistar a una señora, que hace ya un tiempo, en la ciudad de Belén, tuvo a su hijito, en forma ciertamente espectacular. ¿En la calle? No. En un pesebre. Sí. En medio de la suciedad de los animales. Y acá, como único medio, tendremos la oportunidad de entrevistar a la señora María, la madre del bebé. Buenas noches, señora. En primer lugar quisiéramos saber cómo se sintió en ese momento.

María: Buenas noches. Me sentí un poco cansada y dolorida, pero muy feliz de que por fin hubiera nacido el niño.

P: ¿No tenía miedo? ¿No se sintió insegura? ( Le pregunté mientras pensaba "¿Cómo hizo esta mujer, sin óleo calcáreo, sin toallitas húmedas, como mínimo).

M: Miedo hubiera tenido si Dios no me hubiera avisado. ¿Usted sabía que se me presentó un arcángel y me dijo que todo iba a estar bien, y que yo era la elegida por Dios?

P: Todo bien, señora. Pero digamos también que este embarazo impensado prácticamente al principio, le causó el rechazo de su marido.

M: No, no se equivoque. El bueno de José pensó en liberarme para no ocasionarme problemas. Pero a él también Dios le aclaró la situación, y como ve, mi esposo sigue a mi lado.

P: Sí, sí. Lo veo. ¿Y podría contarnos qué más pasó esa noche. ¿Cómo fue tener a su hijo en un pesebre, en medio de la más profunda oscuridad?

M: Perdone, pero usted pregunta y se responde, y no me deja hablar. ¿Quiere que le cuente o no? Porque me sigue hablando de cosas que desconozco y que seguro se van a inventar dentro de muchos, muchos años.

P: ¡No, señora, disculpe! Continúe, por favor.

M: Esa noche, unos pastores descansaban en medio del campo, y un coro de ángeles les dijo que había nacido un niño, que daría gloria a Dios y traería paz a los hombres. También les dijo que podían ir a adorarlo, que no se podían confundir, porque sobre ese lugar iban a ver brillar una estrella "enorme" como dicen ustedes. Dígame, con respeto se lo digo, ¿Podíamos estar a oscuras si esa estrella puesta por Dios nos iluminaba?

P: ¡No me diga!

M: ¡Ah, perdóneme! ¡Pensé que quería que le contara!

P: ¡No, no, no!!! Disculpe. Esta es una de las formas en que hablamos en mi tiempo. Es una manera de expresar asombro.

M: ¡Ah! ¡Qué manera más rara! Pero déjeme decirle que este precioso niño, a quien llamamos Emanuel, nos dio otras satisfacciones, como cuando al presentarlo en la sinagoga ese anciano dijo cosas tan lindas de él. O como cuando tenía 12 años se nos perdió quedándose en el templo hablando con los maestros. ¿Sabe qué dijo cuando lo retamos por no habernos avisado? Que se estaba ocupando de los negocios del Padre, y ahí comprendimos todo.

P: ¿Qué comprendieron?

M: ¿Se acuerda de que le dije que Dios nos había avisado? Yo en todas esas ocasiones, atesoraba en mi corazón cada una de sus respuestas, cada uno de sus logros.  Como hacemos las madres. ¿O no?

Y sí, Doña María, tiene razón. Las madres guardamos en nuestros corazones cada logro de nuestros hijos, cada "te amo". Pero más atesoramos cada palabra, cada gesto, cada milagro de ese hijo, del Hijo de Dios, que nos hace felices, distintos, y nos trae alegría en esta Navidad, independientemente de la situación que nos toque vivir.

¡NAVIDAD ES JESÚS!!!!!!!