¡Cómo me gusta festejar!!!!!

Escrito el 07/04/2023
Mirtha Ferrari


Esta semana se me juntaron un montón de visitas a los médicos, todas por control, gracias a Dios.

¿Te pasó estar en la sala de espera y que la secretaria a voz en cuello te pregunte la edad? Algunas lo hacen disimuladamente, como no queriendo molestarte o herirte. Te dicen algo así como “¿seguís teniendo...?” Y si estás distraída podrías responder “sí, sigo teniendo marido” o “sí, sigo teniendo perro” o “sí, sigo teniendo 69 años para 70” como si pudieras tener 69 para 68. Y como yo soy muy observadora, y a veces tengo que esperar un tiempo en la sala de espera, me divierto con algunas respuestas de mujeres que creen que si dicen “6-9” en vez de decir sesenta y nueve. Es que para algunos es indiscreto que te pregunten la edad.

Pero como te decía al principio, a mí me gusta festejar. E incluso, me parece que la palabra más exacta sería “celebrar”. Es tan cierto como, que si cumplo años, es porque estoy viva. Debo decir que se acerca el mes de mi cumpleaños y empiezo a ponerme contenta de forma distinta. Como los chicos. Y empiezo a contar los días en cuenta regresiva. Y llega el día, y haya fiesta o no, lo disfruto mucho, como los chicos. Y cuando se está terminando el día, me voy a dormir recordando lo bien que lo pasé, pero con un dejo de tristeza, porque ahora falta todo un año para volver a cumplir. Como los chicos.

Esto no fue siempre así en mi vida. Antes de tener una relación con Dios como Padre, a pesar de ser muy joven, sentía esa cosa que escucho muchas veces y es “no hay mucho que festejar”. Miro hacia atrás y tenía razón. No había muchas veces cómo festejar. Pero esto es porque asociaba la celebración con las cosas, con los regalos, con la torta. Y en realidad, celebrar es recordar un acontecimiento. Y haber nacido es un acontecimiento, y estar vivos más aún, es más “celebrable”. 

El otro día escuchábamos hablar muy bien de una persona lamentablemente falleció violentamente. Estaban en el velatorio. Y comentamos con mi esposo que casi toda la gente se “abuena” cuando se muere. Ahora que nos pusimos más grandes, a veces le hago bromas a mi familia, y les pido que cuando me muera hablen bien de mí, que me hagan quedar bien. Y ellos me contestan que me quede tranquila, que de todos modos no me voy a enterar. Y es cierto. ¿Será por eso que me gusta cumplir años? Porque me dicen un montón de cosas lindas, que llenan mi corazón de alegría y como estoy viva, me entero.

En uno de los grupos de whatsapp al que pertenezco, hay una persona, Brenda. Me encanta leer los saludos que ella escribe porque reconfortan, aunque no vayan dirigidos a vos. Sus palabras bendicen, inspiran. Y qué bueno que es saber que en medio de la vorágine que significa vivir, hay personas que se detienen a pensar bien de uno y aprovechan esa fecha para expresarlo. ¿Ves por qué me gusta cumplir años?

Escribo todo esto en vísperas de la Semana Santa. Y pienso mucho en Jesús. En su vida, en su sacrificio, en su muerte, y sobre todo, en ese momento en que debió cargar sobre él todo mi pecado, y encima se sintió solo, abandonado. Y resulta irrisorio festejar. ¿Irrisorio? 

Hay una frase que se puso de moda hace un tiempo, que por ahí justifica la celebración. Tenemos “el diario del lunes”. Sabemos cómo se desarrolló la historia. Dios nos lo había anticipado a través de los profetas. Jesús murió cruelmente en la cruz, pero la cruz está vacía. ¡JESÚS ESTÁ VIVO! Jesús resucitó y se celebra. Ya nada se interpone entre Dios y nosotros. En el antiguo templo había un telón que separaba el lugar al que sólo el sumo sacerdote podía entrar una vez al año para llevar ofrendas, para que Dios perdonara los pecados del pueblo. Entre las vestiduras de este sacerdote había una especie de soga larga, que quedaba fuera de ese Lugar Santísimo, para que si este hombre se moría en ese acto, se lo pudiera sacar sin entrar. Tan sagrado era ese lugar.

Cuando Jesús murió, ese telón, ese velo se rompió. ¿Por qué? Porque la muerte de Jesús y su resurrección me habilitan a mí y a vos a entrar en el Lugar Santísimo, a la presencia misma del Padre. Porque la muerte de Jesús y su resurrección nos dan categoría de hijos cuando creemos, y nos permite acceder al trono del Todopoderoso. 

Dios, ante cada hito en la historia, ordenó efectuar una celebración para que no se olvidara, para que se tuviera memoria de eso tan importante. Se acerca Semana Santa y se celebra. Independientemente de las costumbres que cada uno tiene, del precio del pescado o del chocolate. Se acerca Semana Santa y se celebra la tumba vacía, el cumplimiento de la promesa tremenda de Dios. Se celebra que ya no hay nada que nos separe de la presencia de Dios en nuestra vida. Sólo depende de estar dispuestos o no. Y yo estoy dispuesta. ¡Yo celebro! ¿Y vos?