Los caminos de la vida

Escrito el 13/05/2023
Mirtha Ferrari


Así comienza una canción muy popular, que sigue diciendo “no son lo que yo creía, no son los que yo soñaba, no son lo que yo esperaba…”

Estoy segura de que si tuviéramos la oportunidad de charlar, vos podrías contarme muchas historias de tu vida en la que esto fue así, igual que en la mía.

Y si hay algo que tiene ser una hija de Dios es que esto se repite hasta que morimos, porque Dios es un gran transformador de “caminos”, y no importan las circunstancias, las posibilidades e incluso hasta la edad, si estás dispuesto, siempre, siempre hay algo más que quiere hacer en tu vida.

Recuerdo una vez, mi hija tendría unos 13 años. Estábamos por irnos a un Campamento de Jóvenes en Córdoba. Mi esposo lo dirigiría, y yo lo acompañaba preparando toda la logística. Era un tórrido viernes de enero. Habíamos salido ella y yo a comprar alguna cosa para llevar, lo que nos ocupó toda la mañana. Llegamos a casa alrededor de las 14 hs., y yo había quedado en encontrarme con tres chicas jóvenes a las 15 en el templo, para tener una “sesión de terapia” (así la llamaban ellas) en la que me contaban cosas de sus vidas y yo trataba de guiarlas hacia la voluntad de Dios, sin mucho éxito. Muerta de calor, le dije a mi hija que iba a tratar de comunicarme con alguna de ellas para decirles que no podía ir. Estaba muy cansada. Lo único que quería era una ducha fría y una siesta en mi cama. 

“Los caminos de la vida”. Mi hija adolescente me dijo que cómo iba a hacer eso, que si las chicas estaban dispuestas a hablar conmigo era porque lo necesitaban, y debo decir que fui, más para no defraudarla a ella que impulsada por un fuego santo, por un llamado a servir a Dios. Y debo decir también, que Dios transformó ese camino a una ducha reconfortante y a una siesta, en una charla inspiradora, guiada por él, que aún hoy, sigue dando frutos por lo menos en alguna de esas jóvenes.

Y poco a poco, a medida que escribo estas reflexiones, voy recordando momentos, circunstancias, en las que mi deseo, o por lo menos mi impulso fue dirigirme hacia algún lado y Dios cambió mis planes, porque quería glorificarse.

De esta forma Dios sigue moldeándome y así será, hasta que diga: “Bueno, Mirthita (porque Dios me dice así cariñosamente), ya está. Ya cumplí mi propósito para tu vida, así que ahora te espera el lugar que te preparé especialmente para toda la eternidad”.

Hay una persona de la Biblia a quien amo y respeto mucho. Ese personaje es Pedro, Pedrito para mí de tanto cariño que le tengo. Me gusta el sentido del humor del Señor, porque si hay uno que no calificaba para ser discípulo éste era Pedro. Cuestionador, rebelde, “cabeza dura”. Hubiera sido más fácil conseguirse gente sumisa, dispuesta a obedecer, gente preparada y culta, pero no. Pedro.

“¡Señor, a mí no me laves los pies! ¿Es necesario? Bueno, entonces los pies solos no. ¡Bañame entero!”. “Señor, eso que decís acerca de la cruz, ¡que no te suceda!” “¡Señor, yo voy a defenderte hasta el fin y si es necesario voy a morir también!”

Y Jesús sabía. Él sabía. A Pedro había que “bajarle el copete” para que se transformara en lo que el Señor sabía que sería. “Pedro, vos me vas a negar no una sino tres veces”. Y sucedió. De pronto escuchó cantar a un gallo al amanecer, y se dio cuenta de que tres veces había dicho que no conocía a Jesús y que no era uno de los que estaban con él, por miedo a que le sucediera lo mismo. Y se apoderó de él una tristeza tremenda. Me imagino que en su mente habrán pasado de pronto todos esos momentos vividos al lado del Maestro. Tantos milagros, tantas enseñanzas, tanta presencia en su vida todos esos años, y no había tenido la valentía de por lo menos reconocer que era uno de ellos.

Cuando en la Biblia se habla de ella misma se dice que es viva y eficaz, que es como una espada de doble filo que penetra hasta lo más profundo. Y esto de ser viva y eficaz es algo que podrás comprobar si la leés con cierta asiduidad. De repente vas a encontrarte con un texto, con un acontecimiento que siempre estuvo ahí, pero que de pronto te impacta de una manera distinta. Es porque el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios quiere hacer algo nuevo, algo distinto, un cambio.

Hace poco, y dado que en los grupos de la iglesia estamos repasando la vida de los discípulos de Jesús como un gran equipo, al referirse a Pedro, el pastor que guía esos estudios hace hincapié en un pasaje con el que no recordaba haber tropezado:

—No se asusten. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron. Vayan y digan a sus discípulos, y a Pedro: “Él va a Galilea para reunirlos de nuevo; allí lo verán, tal como les dijo.” (Marcos 16.6 y 7).

“Y a Pedro”. Díganle a todos, incluido Pedro, no importa que me negó tres veces. Lo que importa es que está arrepentido y yo no cambié de opinión. Sigo pensando que voy a edificar mi iglesia sobre él.  Y ese carácter contestatario, rebelde, indómito, arrepentido, entregado al poder de Dios, lo hizo el líder que se necesitaba para el establecimiento de los creyentes en el mundo entero, y hasta nuestros días.

Por eso, me permito modificar la canción que usé al principio, que diría así: “Los caminos de la vida, no son los que yo creía, no son los que yo pensaba, son los que Dios me prepara”.