¿Por qué a mí?

Escrito el 11/08/2023
Mirtha Ferrari


¡No te asustes! ¡Seguí leyendo! El título no parece ser feliz pero sí lo es, te lo prometo. O al menos te prometo que voy a tratar de volcar en palabras escritas todas las palabras que se agolpan no en mi mente sino en mi corazón. ¡Por favor, seguí leyendo!

Ayer me desperté con esta pregunta. ¿Por qué a mí? Te cuento que si yo me enfrentara hoy a la lectura de esto que intenta ser una pequeña reflexión, también estaría tentada a dejar de leerla. 

Muchas veces encontramos en la Biblia este “¿por qué a mí?” de algunos personajes, y te dan ganas de meterte adentro del libro y responderles, para que no molesten más. Pero si hay algo que me atrae de leer la Palabra, sobre todo los libros históricos, es que describe a personas como yo, imperfectas, a veces con dudas, a veces con valentías inusitadas, a veces protagonistas de milagros “inmerecidos”, a veces tomando decisiones que te dan ganas “de matarlos”.

Adán y Eva, ¿para qué van a comer del único árbol prohibido, teniendo tantas delicias y tenedor libre, menos de ese? Sarita, Dios te prometió un hijo, no hace falta que hagas que tu esposo tenga relaciones sexuales con tu criada, porque podés ocasionar con esa mala decisión la lucha eterna entre dos pueblos. Rebeca, tan linda y tan romántica, ¿qué te pasó que terminaste mintiéndole a tu esposo porque preferías a un hijo en vez del otro? Josecito, ¿y si probás otra forma de comunicarles tus sueños a tus hermanos? Y ustedes, muchachos. ¿No pensaron el dolor que causarían a su padre diciéndole que José había muerto?

Chicos: ¿Qué cosa no les quedó clara de que a Dios no le gusta que adoremos dioses ajenos? Déjense de hacerse imágenes e inclinarse ante ellas. ¿No ven que no los escuchan ni pueden ayudarlos? ¡No pueden tener la cabeza tan dura! ¡Por algo les funcionan mal sus reinados! ¡Despiértense! Y párrafo aparte, avanzando un poco más en la historia, merecería Elías. Dale, Elías. ¡Acabás de vencer a 400 profetas de Baal, los desafiaste y los acabaste! ¿Y ahora te asusta que Jezabel te amenazó de muerte y te deprimís y huís para esconderte?

Y si avanzamos mucho más y pasamos al Nuevo Testamento, nos encontramos con los discípulos. Viéndolo así no más, sencillamente, ¿no te parece que Jesús se equivoca al elegirlos? Pescadores impulsivos, gente de lo peor, como el cobrador de impuestos que atormentaba a su propio pueblo, personas que competían por los mejores lugares. Muchachos: ¿Cómo puede ser que tardaran 3 años en entender la realidad de las cosas?

Y otra vez me pregunto: ¿Por qué a mí? Sí. ¿Por qué a mí me eligió Dios? ¿Por qué la misericordia de Dios se renovó cada día sobre ellos y sobre mí también?

¿Por qué a mí? ¿Por qué a vos? ¡Porque sí! Porque a Dios le pareció bien. Porque él me vio y te vio y dijo: “Le voy a prolongar mi misericordia porque lo amo con amor eterno”. Porque él ve los corazones, no las apariencias. Porque cuando peco y me alejo de él, sólo necesito arrepentirme y pedirle perdón. Y él se olvida totalmente de mi pecado, y lo sepulta en el fondo del mar, y puede ser que yo me alquile un submarino y lo vaya a buscar y lo reflote y le vuelva a pedir perdón por ese pecado, pero Dios va a pensar: “¿De qué me está hablando?”, porque él cumple todas sus promesas y si me dice que me perdona, me perdona.

¿Por qué a mí, Señor, si a veces me equivoco como Sara y como tu voluntad tarda busco atajos? ¿Por qué a mí si a veces digo las cosas buenas de mala manera? ¿Por qué a mí, que me cuesta darme cuenta cuando no te estoy dando el lugar que te corresponde en mi vida como a los discípulos? ¿Por qué a mí, que puedo enfrentarme sin temor al enemigo, pero que ante algunas pruebas decaigo y me deprimo como Elías? ¿Por qué a mí?

¿Por qué a mí, Padre? ¿Por qué a mí? Y acá necesito hacer silencio, como en los Salmos. No sé si viste que aparece una palabra a veces que significa silencio en medio de esta conversación con Dios, porque el autor necesita respuestas, y yo también.

¿Por qué a vos? Porque con amor eterno, te amé, te amo y te seguiré amando. Y por eso te acompañará siempre mi misericordia (Jeremías 31.33), porque sos tan importante para mí, que mi Hijo murió en la cruz para que creyendo en él pasaras a integrar mi familia. ¿Por qué? Porque me pareció bien. Porque soy Dios.

Señor, hoy más que nunca te siento Padre. Y Gracias porque nos hacés habitar en familia, esta gran familia compuesta por los que somos tus hijos, dispuestos a acompañar, a sostener, y por sobre todo a orar.