¿Justicia?

Escrito el 01/04/2023
Mirtha Ferrari


En estos tiempos, en todos lados escuchamos hablar mal de la justicia. Que es lenta, que no existe, que están todos arreglados. Los jueces dicen que los políticos son corruptos, y los políticos dicen que los jueces juzgan no según las leyes, sino según lo que les conviene. Y nosotros, los llamados “ciudadanos de a pie”, estamos en el medio, venimos a ser el jamón del sándwich, sin saber quién en verdad tiene razón.

¡Ah! ¡Pero en tal o cual país (generalmente lejano e idealizado) sí que no se embroma! Ahí sí se respetan las leyes. Ahí te cobran multas incluso si tirás un papel al suelo en la calle. Pero, de repente nos enteramos de que esa justicia maravillosa permite venderle armas a cualquiera que tenga el dinero para comprarlas, y los diarios nos cuentan de tremendas masacres producidas en escuelas y hasta en iglesias.

Hace una o dos semanas en nuestro país se habla en todos los medios de difusión de tremendos delitos cometidos aparentemente por personas muy conocidas. Encontramos que a cualquier hora, se habla de redes de pedofilia y de trata de personas en las que están involucrados artistas que hasta ayer llamaban la atención por lo talentosos y simpáticos.

Por otra parte, los noticieros están teñidos de hechos de sangre y de pedidos de justicia en los que vemos a 10 o 20 personas, con carteles hechos en cartulina, cortando alguna avenida, con la ilusión de que alguien se conmueva y lleve preso a aquél que atropelló y desapareció, o a aquél que a la salida de un boliche le pegó a alguien, lastimándolo a veces de forma irreparable.

Justicia, palabra de apenas 3 sílabas que significa tanto. Significa redención para el inocente y pena para el culpable. Significa reparación y restitución de lo que fue arrebatado. Justicia, ¡qué importante papel juega en la sociedad cuando es justa! Sí, porque esto que en otro momento podría ser redundante, vivimos en un tiempo en el que no lo es, sino por el contrario, esperamos que la justicia sea lo menos injusta posible.

Encontramos en la Biblia una ordenanza de Dios, que si la tomaran todos los que de alguna manera u otra aplican las leyes, la sociedad del mundo entero se manejaría de forma distinta, de forma justa.

No perviertan la justicia; no hagan ninguna diferencia entre unas personas y otras, ni se dejen sobornar, pues el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte las palabras de las personas justas. (Deuteronomio 16.19, DHH)

 

Y entonces, frente a la Palabra digo: “¡Qué bueno sería que todos los jueces leyeran y obedecieran la Biblia! Pero, por supuesto, esta misma Palabra que resolvería los problemas de la justicia mundial también me confronta a mí. ¿Soy todo lo justa que creo cuando se trata de ver a las otras personas? Porque si bien es cierto que se deben tomar medidas de seguridad en los tiempos que vivimos, no trato a todas las persona de la misma manera, no considero a todas las personas por igual. No me cuido de todas.

La verdad es que no siempre los que planean atacar de alguna manera, se presentan como si lo fueran a hacer. Muchas veces miro por sobre mi hombro cuando se me acerca alguien.  ¿Usa capucha? ¿Está limpio? ¿Está bien vestido? Me pregunto desconfiada. Como si todos los delincuentes se presentaran mal vestidos y la gente decente de traje y corbata. Me avergonzaría que alguna de esas personas se enterara de lo que estoy pensando. Está claro que el aspecto dice mucho de las personas, pero no es todo.

¿Si alguien abriera juicio sobre mí por como me vio en un mal día? ¡Por portación de cara! ¡Si vieran mi cara cuando algo no está de acuerdo con lo que considero correcto! Como dicen los chicos, ¡estaría “en el horno”! No me gustaría nada. Hoy la Biblia me confronta y me habla de la justicia, y la relaciona con otra palabra que me encantaría que la aplicaran a mí, pero que a veces me cuesta aplicar a ciertas personas: imparcialidad.

Dios me dice que mire a todas las personas de la misma manera. Él me da el ejemplo. ¡Menos mal!!! Él ama a todos por igual, a vos y a mí, y cual Papá perfecto, no busca hijos perfectos. Nos da los recursos para irnos perfeccionando y mientras, nos toma en sus brazos y nos mima un poquito, pero también nos da Palabra en qué basarnos para ese camino de justicia que nos propone