¡Hola! Hace más de un mes que interrumpí este encuentro semanal, en el que te cuento cosas que van pasando, hechos que Dios me permite vivir, Palabra de Dios que me impacta de alguna forma a mí o a otra persona que conozco. Pero bueno, acá estamos de nuevo, gracias a Dios.
Te conté que como hallazgo “casual” me encontraron un tumor en el riñón derecho. Ya dije que no creemos en esta palabrita “casual”. Lo encontraron porque Dios así lo dispuso, y desde el principio supimos que el Señor me estaba librando de algo peor.
Pero de todos modos, y a pesar de esta certeza, sentí un dolor tremendo, inexplicable, no físico. Mis emociones empezaron a volar desenfrenadas, y mis pensamientos ni te cuento. ¡Se fueron a la estratósfera, conforme a la abultada imaginación con la que Dios me dotó! Bueno. Si no se entiende, recurriré a algo que le digo a mi familia, y que por ahora me da resultado: “¡Ténganme paciencia. Estoy recién operada!”
Bueno, sigamos. Te decía que de repente me encontré con lo que se venía: “hay que operar”, y no me gustó nada. Ya me operé de muchas cosas que fueron surgiendo, pero esta vez fue como un golpe en medio de las cejas. Me noqueó. Porque las cirugías habían sido para algo necesario, mejorar algo que no funcionaba bien y molestaba. Pero a mí nada me molestaba ni me dolía.
Sentí en mi alma como una sentencia de muerte. ¿Por qué? ¡No sé! Era una desazón, una necesidad como de repartir la herencia, como alguna de las millonarias que figuran en mi imaginación. En un momento hasta pensé en escribir a mis hijos (nuera y yerno incluidos, por supuesto) y a mis nietos una carta de despedida. ¡Dramática! Era como si el cirujano que me iba a intervenir fuera uno que está en este tiempo súper cuestionado por operar mal a mucha gente, y que lo haría adentro de un sótano oscuro, sucio y maloliente. ¡Así me sentía!
¿Qué me pasaba? ¡Era una locura que hasta me impedía dormir! Y Así, miserable me sentía, cuando el Señor me fue a buscar. ¡Esperá, Señor! ¡Está bien que quieras rescatar a Elías que está deprimido muerto de miedo! Pero, ¿a mí también? Y sí, a mí, que también soy hijita. Y el Espíritu trajo a mi memoria como en un susurro, toda la verdad de Dios que conozco, pero que mis emociones se negaban a registrar.
Y pedí ayuda. En primer lugar a mi familia, ya no mostrándome como la superada que atravesó por muchas cirugías y que sabía muy bien todo, sino como la necesitada de Palabra, de compañía, de sostén. Y pedí ayuda a mi precioso grupo, y a los pastores y a los amigos, y se fue extendiendo y cada palabra de aliento, cada “estoy orando” se transformó en un reaseguro de que estaba en la voluntad de Dios, que tenía todo preparado para mí, y que el futuro no era de mi incumbencia sino de la de él.
Siempre que oro por alguien que enfrenta una situación como la que me esperaba, le pido a Dios que sea tratado “con respeto, con amor y con sabiduría”. Me emocionó escuchar a algunos que oraban por mí en ese sentido. ¿Adiviná cómo me trataron? ¡Con respeto, con amor y con sabiduría! Más allá incluso de lo que me imaginé o soñé.
La cirugía ya pasó, la recuperación está en proceso, sin ninguna complicación, y acá estoy, abriéndote nuevamente mi alma, para que mires adentro. Lo peor cuando atravesamos un momento complicado es aislarnos. Dios nos hace habitar en familia, y aunque estés solo o nadie de tu familia te entienda, igual y siempre estamos nosotros, los hijos de Dios, para sostenerte, para ayudarte y para acompañarte. Y el amor de Dios, que es inconmensurable, y nos va a buscar ahí donde estemos, porque sí, porque nos ama.
A veces el “deber ser” nos juega una mala pasada. El “no puedo estar sintiendo esto porque soy una cristiana madura” es una idea que el diablo nos pone en la cabeza para apartarnos del amor, de la misericordia, del trato especial de Dios, y del amor de los hermanos. Yo una vez más caí en su trampa, pero una vez más fui rescatada. Y Dios no me gritó: “Te lo dije” como muchas veces hice con mis hijos, sino que en su misericordia, me habló como en un susurro, directamente a mi alma, como hizo con Elías en 1ra. Reyes 19 y pude ir a la cirugía en completa paz.
Padre amado, la paz que sobrepasa todo entendimiento existe y es real. Podemos estar como Elías solos, deprimidos y aislados, o rodeados de gente y sentirnos solos. ¡Nunca un “te lo dije” tuyo! Siempre tu misericordia, alcanzándonos. Gracias Dios por tratarnos con respeto, con amor y con sabiduría. Te amo.